From the Field Pérdida cero del suelo: hacia la conservación del nuevo oro de África

Zero loss towards conserving Africa’s new gold - Alliance of Bioversity International and CIAT

En toda África, la erosión del suelo y la escorrentía están agotando las cosechas de los agricultores. Pero una parcela demuestra que "si cuidas el suelo, el suelo cuidará de ti".

Por: Georgina Smith

Justo antes de que se ponga el sol, Anne Wangari camina entre espesos racimos de espinacas en su parcela. Situada entre las colinas, rodeadas de cafetales del condado de Embu, esta cosecha abundante es una sorpresa para ella. Antes "sembraba en vano", explica. "Empezaban a marchitarse y no entendía cuál era el problema".

Entonces, recibió la visita de expertos de la Alianza de Bioversity International y el CIAT, y de la Organización de Investigación Agrícola y Ganadera de Kenia (KALRO, por sus siglas en inglés). Tras realizar un análisis del suelo, explicaron que la amenaza estaba allí, más concretamente, que estaba perdiendo la capa superficial del suelo, la cual contenía nutrientes esenciales que las lluvias se estaban llevando.

"Una vez que recibí formación, me di cuenta de que el suelo tenía un problema", explica. Entonces aprendió técnicas para evitar que el suelo se lavara – sobre todo teniendo en cuenta las fuertes lluvias recientes y el terreno montañoso que rodea su finca – y para mejorar su fertilidad y rendimiento. Con el abono orgánico adecuado, ha aumentado su cosecha y más que duplicado sus ingresos. "Hubo un tiempo en que cultivaba todo y no llegaba ni a diez sacos de maíz", dice. "Ahora he llegado incluso a la mitad, y he conseguido diecisiete sacos de maíz y tres de frijoles Nyota."

"La tierra es oro. Si arruinas la tierra, ella te arruinará a ti. Si la cuidas, ella te cuidará a ti."

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La agricultora Anne Wangari practica técnicas de conservación del suelo para mejorar su cosecha y sus ingresos, cerca de Embu, Kenia. Crédito: Georgina Smith

 

Una pérdida masiva

Con los impactos cada vez mayores del cambio climático, aumentan la pérdida de suelo y la escorrentía en las tierras de cultivo. Pero la escorrentía no solo arrastra nutrientes esenciales, como 70 kilogramos de nitrógeno, 10 kilogramos de fósforo y 50 kilogramos de potasio por hectárea, sino que también arrastra productos agroquímicos que se infiltran en las masas de agua, desencadenando una cascada de consecuencias ecológicas: desde el bajo rendimiento de los cultivos hasta la proliferación de algas y jacintos acuáticos que asfixian la vida acuática y contaminan el agua potable.

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Las tierras inclinadas son un gran reto para los agricultores y provocan la erosión del suelo y la escorrentía en las fincas si no se toman medidas de conservación. Crédito: Georgina Smith

 

La degradación del suelo y la disminución de su fertilidad afectan al 65% de las tierras cultivables vitales del África subsahariana. De hecho, el 25% de la superficie total de la región está gravemente degradada, lo que supone un costo anual de unos 68.000 millones de dólares y tiene consecuencias devastadoras para los agricultores que luchan por llevar comida a la mesa. Esta pérdida priva a las comunidades de alimentos diversos, ecosistemas sanos y la oportunidad de mitigar el cambio climático mediante el secuestro de carbono.

Mejorar la fertilidad del suelo también es un equilibrio delicado. Las técnicas de gestión y la eficacia del uso de fertilizantes siguen siendo limitadas si no se controla la erosión del suelo. A nivel de paisaje, los esfuerzos para gestionar mejor el suelo deben complementarse con técnicas de pérdida cero del suelo, para impulsar la eficiencia en el uso de nutrientes y, al mismo tiempo, centrarse en la conservación del suelo y el agua.

Conozca la finca de Anne en este video

Resurgiendo

Desde entonces, Wangari aplica estrategias de agricultura regenerativa avaladas por la ciencia y que han demostrado mejorar las cosechas y los ingresos. Estas estrategias incluyen la adopción de agricultura de conservación, asociaciones de cultivos innovadoras como el intercalado de maíz y frijol, la conservación in situ del suelo y el agua, la agrosilvicultura, la plantación de barreras de hierba en terrenos en pendiente, el aterrazamiento de tierras para atrapar la humedad y evitar la pérdida de suelo, o la conservación de las zonas ribereñas de regulación. 

En los cultivos intercalados, Wangari utiliza un sistema de siembra "cuatro-cuatro", sembrando cuatro hileras de maíz y luego cuatro de frijol, lo que le permite aplicar abono al maíz y esparcir mantillo sobre los frijoles con mayor facilidad, con pequeñas zanjas entre cada hilera para captar el agua.

Debido al elevado precio de los fertilizantes inorgánicos, Wangari utiliza los ingresos adicionales de sus cultivos para comprar gansos, cabras y pollos, y utiliza el abono de los animales para aumentar su cosecha de frijoles, espinacas, cebollas y maíz, entre otros cultivos. Mientras deshierba una pequeña parcela de su terreno, un grupo de vecinos viene a recoger repollos y aprender las nuevas técnicas. Ahora, suministra cultivos, plántulas y orientación a otras personas del pueblo. Tiene comida suficiente para alimentar a su familia, vender para obtener ingresos adicionales y pagar a los ayudantes para mantener la finca en buen estado. "No me preocupan las matrículas escolares ni las compras", dice, "las pago cómodamente gracias a mi finca".

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Anne Wangari tiene gansos y gallinas para obtener abono e ingresos adicionales. Crédito: Georgina Smith

Pero para ser eficaces a largo plazo, esas técnicas deben aplicarse a escala. A nivel de paisaje, el uso selectivo de fertilizantes y las intervenciones en la salud del suelo deben ir acompañadas de prácticas de restauración complementarias.

Para ello, los agricultores necesitan apoyo, incluida formación en buenas prácticas agrícolas y acceso a financiación para invertir en soluciones para la salud del suelo. Esto podría hacerse mediante la reorientación de los subsidios públicos y los incentivos hacia sistemas de producción regenerativos a través de asociaciones público-privadas. Estas medidas no sólo salvaguardan la salud del suelo y reducen los costos de inversión, sino que promueven la biodiversidad. También refuerzan la resiliencia de pequeños agricultores vulnerables como Wangari, para que puedan resistir mejor las crisis y los fenómenos climáticos extremos en el futuro.

El equipo

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