Historia de la investigación sobre el frijol

Durante décadas, la Alianza ha investigado sobre los frijoles para lograr un impacto transformador en África a través de PABRA. Explora nuestra historia a continuación.
El Programa del Frijol se estableció en 1973 en los primeros días del sistema CGIAR, poco después de que se estableciera el CIAT - ahora parte de la Alianza - como parte de un enfoque eco-regional en América Latina. Los primeros esfuerzos en la mejora del frijol se centraron en la resistencia a enfermedades y plagas, y en la fijación de nitrógeno, como componentes compatibles con los pequeños agricultores de escasos recursos.
A principios de la década de 1980, el primer miembro del personal del Programa del Frijol se trasladó a Ruanda, en una iniciativa que acabó convirtiéndose en el actual consorcio regional PABRA que, a lo largo de 25 años en 31 países de África, ha liberado 657 nuevas variedades de frijoles que han llegado a más de 37 millones de agricultores (el 58% de los cuales son mujeres).
Junto con una buena gestión agrícola, estas variedades han duplicado la cosecha en muchos casos, mejorando así significativamente la nutrición, la salud y la seguridad alimentaria en África. PABRA asume los retos del cambio climático y la igualdad de género. Nuestras variedades mejoradas maduran en poco tiempo, entre 65 y 90 días, lo que contribuye a reducir el riesgo de sequía y de malas cosechas.
Además, la mayor tolerancia a plagas y enfermedades y el acceso a información climática oportuna permiten a los agricultores disminuir aún más los riesgos. Como resultado, muchos pequeños agricultores ya están logrando cosechas significativamente más altas en sus cultivos de frijoles, mejorando así sus ingresos familiares y su seguridad alimentaria.

Frijoles en Burundi: lucha contra la malnutrición
La Alianza Panafricana para la Investigación de la Alubia trabaja con el Instituto de Ciencias Agronómicas de Burundi (ISABU) para facilitar a los agricultores el acceso a alubias mejoradas. Las judías han sido mejoradas con características como un alto contenido en hierro; algunas rinden más y otras son más resistentes a la sequía. Los investigadores de ISABU trabajan con agricultores clave para producir más judías. Y están vinculando a los productores que añaden valor, por ejemplo moliendo las judías para obtener harina, que se da a los niños como parte de un programa de alimentación escolar para combatir la malnutrición con World Vision.
©Alliance/GeorginaSmith